Hay árboles que llaman la atención por su tamaño, otros por su forma, otros por su longevidad. El drago de Canarias (dracaena draco), asombra al hombre por todo eso y mucho más. Desde hace miles de años, el mítico arbor draconis ha estado envuelto en una aureola de misterio que le acompaña hasta nuestros días. Dice la leyenda, que los dragones, al morir se convertían en dragos. Este fósil viviente, es con todo merecimiento, uno de los símbolos de las Islas Canarias y quizá, el mayor tesoro de la flora española.
En las Islas Canarias hay varios dragos impresionantes. El mismísimo explorador y naturalista Humboldt, se interesó a finales del XVIII por el drago que se erigía en los jardines de Franchy (La Orotava), un gigante de 25 m. de altura y 23 m. de perímetro (aunque sobre estas medidas hay discusiones), desgraciadamente, fue derribado por el viento en 1867. En la actualidad, el mayor y más famoso drago, se encuentra en Icod de los Vinos (Tenerife), mide 17 m. de alto y 20 m. de perímetro en la base, el peso de esta mole ronda las 150 toneladas, sin contar las raíces. La edad de este drago ha sido muy discutida, se ha llegado a afirmar que podía tener más de cinco milenios, sin embargo, estimaciones recientes creen que su edad no pasa de 800-1000 años.
Al igual que las palmeras, el drago no es un árbol, no posee tronco leñoso, esto ocasiona dificultades en la datación de los ejemplares, pues lógicamente tampoco tiene anillos de crecimiento anuales.
Los frutos del drago, del tamaño de una pequeña cereza y de un llamativo color rojizo, albergan en su interior una semilla redondeada, que germina con gran facilidad.
Bueno y aquí terminamos... ¡ADIÓS!
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